Por: David Martin.

Así como no hay una formula mágica para escribir un buen texto, tampoco existen los duendes que hacen la labor del escritor mientras éste duerme. No es posible que, de la noche a la mañana, las dudas en el proceso de la escritura sean resueltas; todas pasan por una etapa que se resuelve con trabajo. Quizás haya epifanías o iluminaciones que aclaren ciertas incógnitas, pero éstas no son espontaneas en el papel, o para ser más actuales, en la pantalla del computador.
Todo proyecto nace de una idea, de una planeación y un desarrollo. Las palabras le dan forma y finalmente, puede compartirse; para luego replantearse y que surjan nuevas ideas. Es un ciclo. La construcción, deconstrucción y reconstrucción son términos que el escritor debe conocer y aplicar en sus ejercicios constantes de creación. Pero este proceso permanecerá oculto, porque hace parte de la obra misma; y quizás el lector que quiera saber un poco más, puede indagar, sólo para satisfacer más su curiosidad. A partir del nacimiento de un escrito, también aparece su finalidad.
Existen muchos libros o manuales que explican y dan sugerencias para que un escrito, sean poemas, cuentos, novelas o cualquier otra obra, logren aquella forma ideal y que sean aceptadas dentro de lo que podemos llamar nuevos prospectos. Pero no hay ni trucos ni duendes. Puede existir un escrito que esté perfectamente realizado, pero si su contenido carece de identidad y de fuerza, será olvidable. En ese caso, nada puede inyectar el talento necesario para poder y saber expresar lo que un autor quiere contar. Y es que hoy en día, los libros no literarios que llenan las estanterías son aquellos, que, como antiguos textos de alquimia, venden formulas mágicas para alcanzar el éxito.
Al contrario de los libros que dan sugerencias para el escritor, los textos de autoayuda y superación administrativa dan claves inútiles para triunfar en campos que el lector no domina, y, por lo tanto, cae en conceptos mal abordados, naufragando en intentos insulsos de alcanzar la cima. Llenos de frases motivacionales que pretenden inculcar inyecciones positivas en sus clientes. Es material de lectura preciso para alimentar la chimenea, en caso de poseer una. ¿Por qué creer que hay duendes que hacen el trabajo del empresario cuando no existen para hacer el trabajo de un escritor? Podemos asegurar que alcanzar lo más alto de triunfo emprendedor para unos, es diferente a la de los otros, y es un problema de ambición y ego, pero vamos por partes.
Cuando hablamos de ambición, se tiene el concepto de lograr algo al precio que sea, y no es una definición positiva, ya que está asociada a la codicia. Sin embargo, parece que fuera una premisa para ser exitoso. Querer más y más, hasta saciarse, y así, hasta tener otro objetivo y mantener el circulo. Cabe recordar que nuestra sociedad latinoamericana está ligada a un modo de vida occidental y tercermundista, por lo que los consejos se podrían aplicar a muy baja escala, si es que aplican. No quiero utilizar la palabra ambición con el oficio del escritor porque debería reemplazarse por una más apta como podría ser ensoñamiento, que considero es profunda y altruista.
A diferencia de los libros que enseñan a ser exitosos, los libros que enseñan a escribir, en su mayoría, dan sugerencias; pero cuando el escritor tiene su ego, este material resulta tanto o más inútil. ¿por qué? La razón es sencilla, se convierte en centro de su propia obra. Un escritor que habla sólo de sí mismo, está condenado a repetirse; y, por ende, sus interpretaciones son básicas. Es decir, la frase, “ya sabemos a lo que va”, puede ser común entre sus lectores.
Y es aquí donde estos dos mundos se juntan en uno solo: los libros que te enseñan a ser exitoso escribiendo. Es paradójico e insensato pensar que dicho autor pretenda hacer que su potencial sequito de descifradores, logren captar el mensaje y repitan textos como los monjes de antaño, con el único fin de llenar sus bolsillos. Se debe tener cuidado con este tipo de estrategias y porque un tipo aparezca en la caratula, con una sonrisa de oreja a oreja y su mejor traje, no es sinónimo de calidad. Recuerden, no juzguen un libro por su portada, para bien, o para mal.
Bogotá, 2021