Lo que nos impele es la obra de arte reflexionada desde Hegel y el marxismo. Una obra considerada como ente independiente, que mediante el análisis «de las circunstancias que posibilitaron su nacimiento«, ejerce juicios en la constatación de los valores artísticos de un objeto y la clasificación de los mismos en un contexto comparativo. Aquello fundamenta la definición de obra de arte por argumentos históricos.
Desde el comienzo Morawsky deja clara su preocupación por la relación establecida por algunos teóricos marxistas y filósofos anglosajones según la cual mimesis y expresión tienen significados y definiciones intercambiables, por lo cual nuestro autor en las páginas siguientes establece las relaciones dadas y de qué manera los mencionados conceptos pueden «coincidir, trasladarse o simplemente complementarse según ocurran«. Pero, ¿a qué nos referimos cuando decimos «la Expresión» o «Mímesis»? Pretender una definición que englobe a cada uno de los términos sería acaso coercitivo, por lo que Morawsky pasa a definir diferentes momentos de los mismos partiendo de hipótesis y ofreciendo datos comprobables como fundamento.
Después de considerar y asumir la definición por Nelson Goodman según la cual «aunque los conjuntos de cualidades, en tanto que rasgos manifiestos, se producen en los objetos de arte, su efecto es virtualmente psíquico y, por lo tanto, hallan sus referentes en el sujeto humano» El filósofo polaco presenta seis formas de manifestación de la expresión, de las cuales, sólo dos satisfacen por la manera en que se dan, su interés por hallar los aspectos fundamentales de la expresión. Marca un punto de partida de la obra como un todo coherente compuesta de armonía expresiva y significados transmitidos intelectivamente, por un «estado psíquico intencional» encarnado en la obra. El artista cuya sinceridad se debate entre si «transmite lo que siente (sinceridad en su forma de identidad) o lo que ha decidido transmitir (sinceridad en el sentido artístico)» marca la expresión interpretativa, cuyas características singulares en interpretación y ejecución, por ejemplo, pueden inducir experiencias aunque fingidas, auténticas.
Deja de lado la «teoría de la empatía» por atribuir un «carácter arbitrario a la retroalimentación informativa que circula entre receptor y obra de arte«, presta atención entonces a una forma de expresividad que toma como medio, el material o elementos con los que se realiza la obra. Obra transmitida a través de mediaciones elementales que para los intereses cognoscitivos, «se consideran más importantes que lo añadido por el receptor.» Las cualidades dadas a través de la materialización de la obra, hacen que se destaquen unos atributos especiales en esta; para el autor por ejemplo, «todas las obras de arte son expresivas» y no nos estamos refiriendo al expresionismo, movimiento al que dedicó un espacio para decir de ellos que son un «punto de vista estilístico, de propiedades expresivas«.
Nos referimos a los modos en que los rasgos se consolidan en el objeto para manifestar más que atributos concretos. «La expresión total lograda es el resultado polifónico de la consonancia o disonancia de los tonos sensorios combinados y mezclados» Es esta polifonía de la obra lo que cuenta, no tanto los materiales (que modulan como parte de la creación), sino la totalidad de las cualidades, la estructura y el contexto «en que funciona el todo artístico«. En la expresión en su forma psicosocial, el artista dirige su actividad, su expresión en el arte a los materiales de la existencia histórica, presentando una obra de arte cuyos atributos expresivos preguntan por el qué, el porqué y también el cómo. La significación social del arte, tiene como base la referencia de un lugar y tiempo en el estilo del arte que en todos los casos es «sintomático; siempre depende del sujeto social o colectivo en cuestión«
Con todo, sigue presente la confusión entre expresión y mímesis, es así como el siguiente capítulo lo dedica a dar ejemplos de esta como categoría axiológica que junto al realismo merece un análisis más detallado. La semiótica, con sus interpretaciones del arte como lenguaje, hizo presencia en controversias cuya referencia más allá del significante y el significado Morawsky trae para contrastar con la mímesis formulando preguntas sobre el valor mimético. ¿Puede especificarse, de ser así, cómo?¿Enriquece la obra de arte? ¿Al valor artístico de la obra? Pero, ¿qué entendemos por mímesis? ¿una definición que traiga de la mano a la historia desde Platón, Aristóteles y Demócrito? ¿Acaso el cine es la mímesis por antonomasia? ¿Hace el arte abstracto mímesis de la Naturaleza? Esta no puede juzgarse sobre la «base de las intenciones supuestas del artista, sino solamente en atención a las estructuras artísticas» por ello para el autor, el cubismo, al no ser una ruptura total de la realidad, se enmarca dentro de este tipo de representaciones de la mímesis siempre que se haya conservado «cierta noción de la Naturaleza aunque hayan rechazado su modelo renacentista«.
La mímesis, como «valor artístico en la medida en que enriquece una obra por medio de relaciones auténticas con el mundo externo» no es una copia pasiva del mismo tal cual un espejo, en el que a través de la función denotativa, la obra se sirve de la descripción verbal o gráfica en la función de la representación que reconocemos, en virtud de estructuras que identificamos culturalmente a través de símbolos que hacen parte ya de una tradición. En cuanto hay correspondencia variable entre la mímesis y la realidad significada, se puede hablar de diversos tipos de esta que pasa por la literatura, la pintura, el cine y porque no, la sociedad. Uno de los modos de la mímesis, el realismo, se ofrece como una transmutación de la realidad en el que fenómenos y rasgos característicos, forman una estructura organizada en la que tanto realismo como mímesis se vinculan en un conjunto de medios expresivos para representar el mundo.
La tensión generada entre el mundo virtual representado y el mundo real representable se materializa con la enajenación por el artista del realismo institucionalizado el cual es rechazado, arrojando lejos todo prejuicio en la ejecución de los temas y los estilos de la obra. Puede responsabilizarse de esta ruptura a las relaciones del capitalismo y cómo a finales del s. XVIII el artista asume su rol como un espectador, no contemplativo, de la sociedad. ¿Por qué entonces, el papel tan incólume de cierto tipo de público respecto de la obra? Para considerar como lo piensa el autor que «no importa si el artista expresa emociones auténticas o fingidas, sólo interesan dos cosas: nuestra suposición de que intentaba lograr determinada presentación y nuestra decision en cuanto su éxito o fracaso» ¿es necesario un espectador formado, acaso como crítico? Con esto, es preponderante la interpretación que de la misma se haga, es el juicio subjetivo, personal el que va a determinar por medio de hipótesis la idea misma de lo que la obra transmita. El espectador, además de lo anterior, se convierte en un receptor de cualidades y variables artísticas, procurando un rol más dinámico en la creación de un concepto de arte, sopesando las impresiones dadas para confrontar si se quiere la calidad expresiva e intenciones del artista.
El realismo, considerado por el autor mediante ejemplos en el s. xx y anteriores, «se distingue más por la actitud con que considera la realidad» la cual es selectiva y se funde con procesos del mundo social. El punto determinante de esta representación realista estriba en conocer si los protagonistas o las circunstancias «se ha concebido para revelar los conflictos fundamentales de la época«. Y para no extenderme más en el recorrido, basta con terminar con una de las ya habituales aclaraciones finales y resúmenes a las que nos tiene acostumbrado el autor. Para él, lo anterior se puede definir de la siguiente manera: 1. El realismo es una concepción que supone una orientación filosófica con ramificaciones ideológicas 2. Se interesa por los rasgos fundamentales de la cultura humana, buscando lo esencial de la vida en sociedad 3. Evalúa la vida social en una interpretación históricamente concreta, no parte de una naturaleza humana estabilizada, sino de nuevos modos de conciencia. Porque lo importante no será buscar una doctrina de al, sino el tipo de praxis artística predominante.
Luis Felipe Vélez,
Bogotá, Marzo 2013