Por: Luis Felipe Vélez
Llanura de Tuluá
Al borde del camino, los dos cuerpos
uno junto del otro,
desde lejos parecen amarse.
Un hombre y una muchacha, delgadas
formas cálidas
tendidas en la hierba, devorándose.
Estrechamente enlazando sus cinturas
aquellos brazos jóvenes,
se piensa:
soñarán entregadas sus dos bocas,
sus silencios, sus manos, sus miradas.
Mas no hay beso, sino el viento
sino el aire
seco del verano sin movimiento.
Uno junto del otro están caídos,
muertos,
al borde del camino, los dos cuerpos.
Debieron ser esbeltas sus dos sombras
de languidez
adorándose en la tarde.
Y debieron ser terribles sus dos rostros
frente a las
amenazas y relámpagos.
Son cuerpos que son piedra, que son nada,
son cuerpos de mentira, mutilados,
de su suerte ignorantes, de su muerte,
y ahora, ya de cerca contemplados,
ocasión de voraces negras aves.
Fernando Charry Lara. (1920 – 2004)
Fernando Charry-Lara fue un poeta y abogado colombiano que abordó un tema tan caro y cercano a nuestro país como el de la violencia, de una forma que luce sencilla pero que a su vez reúne la inmaterialidad de los actos, lo innombrable del acontecer, el dolor del vivir. Llanura de Tuluá es un poema que pone de precedente esto, no se trata de dar la permanencia física del mensaje, esencialmente etéreo, si no en desarrollar el proceso de conocimiento, permitiendo la posibilidad de poner la atención en el mensaje mismo, en su contenido y su estructura. Independientemente de las circunstancias en que fue cifrado, independientemente de su emisor, este poema y la poesía en general, se refiere a una realidad que gracias a su manifestación puede ser cualquiera, ofrecida objetivamente como fenómeno a-histórico, fundamentado en la intuición de palabras únicas y distintas.
La obra poética de Charry-Lara no se reduce a un solo texto, su obra es mucho más extensa, en este caso no se trata de dar nuevos nombres a lo que ya se conoce, si no abrir el ente, entendido éste como lo que puede existir, la esencia del ser que no puede obtenerse por composición ni por deducción. En su libro de poemas Los Adioses de 1963 se establece a través de una donación libre del autor, lo que Heidegger llama acto de fundar entre el Ser y la palabra, haciéndose a sí mismo en la poesía que sale de sí para fundamentar su propia realidad. Su lenguaje se concibe como una forma casi trágica de lucidez que aún siendo un instrumento de comunicación, empuja al escritor a una soledad inevitable, es también una forma expresiva a la cual se tiende de modo fatal, pues no existe otro modo de indagar en el sentido del universo de explicárselo al otro.
Al borde del camino, los dos cuerpos
uno junto del otro,
desde lejos parecen amarse.
Un hombre y una muchacha, delgadas
formas cálidas
tendidas en la hierba, devorándose.
La primera impresión es de esperanza. El lenguaje tornadizo y ambiguo de los amantes no tiene origen lógico ni gramatical, si no afectivo. La prosa que se manifiesta da la ilusión de la felicidad, pero tal como ocurre en el poema XX de Pablo Neruda «Eso es todo. A lo lejos, alguien canta, a lo lejos» solo lo lejos, en la mera apariencia es que se aman. Charry-Lara objetiva al ritmo de la vida interior a través del cual el poeta o poetisa revela la lejanía de las cosas envueltas con frenesí en su anima; es el canto de un pueblo a través de la evocación, la representación del contexto empírico, como coribante en el delirio sagrado del rapto, vaciando el saber del mundo en los vocablos, únicos posibles para expeler el ímpetu de ese silencio alucinante.
Estrechamente enlazando sus cinturas
aquellos brazos jóvenes,
se piensa:
soñarán entregadas sus dos bocas,
sus silencios, sus manos, sus miradas.
En la poesía de Charry-Lara hay una ruptura tajante y un tránsito lírico hecho con elementos de la belleza más allá de todas las tendencias de una época. Hurga en lo más hondo de la esencia numinosa de las palabras hasta aproximarse a lo absoluto de lenguaje poético, vislumbrando el canto órfico y llevando la poesía a desvestirse de toda vanidad de saber racional para penetrar con la fuerza de la videncia. El espíritu saldrá del entresijo a la luz de la armadura de su piel, esto es, el poema primario susceptible a los demás como una mera apariencia.
El poeta o poetisa hacen experiencia con la palabra al instituir la relación con las cosas, la palabra deja aparecerlas en cuanto que son y así advienen en la presencia, puesto que la palabra se declara al poeta como aquello que puede mantener y sostener las cosas en su ser, por esto, a la palabra le está confiada al poeta o poetisa de una manera eminente, en tanto ella es fuente del ser que se devela desde el ocultamiento. En sus versos se puede apreciar la fusión que realiza el poeta entre el pasado y el presente, como una forma de eliminación de la dualidad entre la naturaleza y lo humano para trascender los planos espacial y temporal.
Mas no hay beso, sino el viento
sino el aire
seco del verano sin movimiento.
Uno junto del otro están caídos,
muertos,
al borde del camino, los dos cuerpos.
Pero he aquí que se presenta el fenómeno del develamiento. La verdad del ser (la muerte que suprime lo manifestado como bello y sublime en el amor de los cuerpos) es concebida como un desocultamiento del ente a partir de lo que, como fondo, permanece oculto. La verdad que se desarrolla por medio del poema, manifiesta en uno de sus modos que es la belleza, las maneras para configurar dentro de la obra todo el ser del ente de la obra, esta belleza se da de manera simple y sin ornamentaciones, más cerca de mostrar la verdad tal como es. Si se muestra inmersa en elementos que no les son propios del ocultamiento mismo, se corre el riesgo de perder de vista el camino que guía por la indagación del pensar. La configuración de la verdad como tal es necesaria para su manifestación, como una disposición que sirve de base para el poema pero que permanece oculta hasta que acontece por medio del hacer poema en la totalidad del ente que es llevado a la verdad.
Debieron ser esbeltas sus dos sombras
de languidez
adorándose en la tarde.
Y debieron ser terribles sus dos rostros
frente a las
amenazas y relámpagos.
Esta naturaleza del estado poético en su inefabilidad, se opone a la naturaleza como resultado técnico de la transformación del mundo científico y pretende que el ser humano salve su sentido de vida, sienta la vida y logre, aunque sea por un instante concretarla en el fenómeno, dando el saber al develamiento de una verdad sacada de todo aquello que se mueve en el caos de lo in-nombrado, alumbrando de repente rincones desconocidos y todo un mundo lleno de fantasmas inesperados. Es la palabra el refugio, la morada del ser humano que anhela ser manifestado como palabra y verso. Así como la pintura logra reunir la infinitud en la finito de la obra, el poeta configura un sistema en el que sin importar la situación histórica o temporal, recoge en la emanación del lenguaje profundo, la descripción de situaciones y acontecimientos.
Son cuerpos que son piedra, que son nada,
son cuerpos de mentira, mutilados,
de su suerte ignorantes, de su muerte,
y ahora, ya de cerca contemplados,
ocasión de voraces negras aves.
La libertad que una vez fue propia de vivaces cuerpos, ahora se encuentra silenciosa como la inerte piedra; el fenómeno del poder los vuelva ignorantes de su sino, ya no será posible acceder al fundamento de lo que mora en el ser, lo que comenzó siendo una oda solemne aa aparente movimiento de la gracia y el amor, concluyó con la amarga realidad que es la base de la relación del ser humano con su mundo. El poema de Charry-Lara aproxima una terrible soledad frente a la nada de la que se vuelve hacia el ser con una actitud más reverencial ante el mundo. Cada cosa, pequeña o grande está viva y avanza como ese aliento que toda hoja mueve; La tierra revela para el poeta o poetisa un saber porque le presta atención, suspende los juicios tradicionales y sólo mediante la epojé capta la esencia fundamental del lenguaje que se da en la naturaleza y se brinda incansablemente a toda conciencia dispuesta a indagar.
Cali 2020