Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: -No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.
García Márquez
Toque de queda
Después de las siete de la noche del jueves 21 de Noviembre de 2019 un murmullo silencioso creció en la ciudad de Cali sumergiéndola en una paranoia colectiva cuyos ecos llegaron a Bogotá el día siguiente. De la nada, después de las protestas que el país vivió, exigiendo lo que le es propio, el miedo se hizo imperante por un rumor; corrió el rumor de que ya venían, que «Los Vándalos» ya venían.
A esa hora comenzó el toque de queda en Cali, las sirenas aparecieron inundando con sus agudas voces todo lo que en silencio estaba, escalonadas llegaban y se iban, desaparecían y volvían, en la radio informaban de los disturbios aislados ocurridos durante la tarde en algunos puntos de la ciudad, mismos que dieron pie a la medida. Y entonces, como una gota que ya deja un surco y se derrama sin control, la especulación sacó desde el fondo de los temores el deseo de las masas, de como lo diría Foucault, «el fascismo que reside en cada uno de nosotros, que invade nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, y desear a quienes nos dominan y explotan.» (1)
En lo que se denominan las «Unidades residenciales o Conjuntos», un sistema de propiedad horizontal encerrado con rejas, muros, zuingleas, cercas eléctricas, alambres de púas y resguardado por vigilancia privada con autorización para el porte y uso de armas de fuego, el caos se desbordó. Las personas empezaron a correr gritando «ya vienen, ya vienen» sonaron más sirenas, estas mas intensas, mas cortas, mas constantes, los administradores de las Unidades sacaron sus megáfonos convocando a los hombres que tuvieran armas, cualquier arma, un palo, un machete, una pistola.
Se nos metió el coco
¿Dónde están los militares? ¿Dónde está la policia? en la radio local, las personas llamaban desesperadas de todas partes, aquí en el norte en la unidad todos están muy angustiados, se metieron, dios mio se metieron Señora por dónde están? Por todas partes todos están gritando. Se cortó la llamada vamos con otro oyente de Radio Calidad, la emisora del pueblo que informa, Buenas noches quien habla, Hola soy Adolfo, mire aqui en el sur los vecinos nos estamos preparando, porque si vienen aquí los recibimos, a ver quien es que se atreve, aquí lo recibimos es a plomo para defender lo nuestro, Bueno don Adolfo pero debe de esperar la presencia de las autoridad, No cual autoridad la policia no está por ninguna parte, aquí no nos vamos a dejar robar, vamos a ver quien se mete. Bueno muchas gracias por llamar a Radio Calidad con quien hablamos, Buenas noches habla Marlene, Cuéntenos doña Marlene, si mire es que aquí se intentaron meter pero no pudieron todo los vecinos salieron con palos y están en la porteria y pusieron camionetas y carros en las puertas por si volvían, Pero se metieron doña Marlene?, no todo el mundo gritó y no, pero estamos con mucho miedo y la policia no está no viene por favor colabórenos para que venga alguien para que venga la autoridad, Si señora vamos a informar…
A las diez de la noche, las personas corrían de un lugar a otro viendo en todas partes lo que buscaban, en una sombra, en el ruido de un raton sobre las maderas viejas, era una espiral ascendente que desbordó los limites de la razón, la paranoia colectiva se apoderó y todo se sumergió en el devenir del desconcierto, una vez arrancó el miedo, las redes sociales, los sistemas de información y mensajes sucumbieron, cuando la masa digital no tiene forma y es parte de un medio afectivo como lo señala Chul Han en El Enjambre, no tiene un alma propia que lo conduzca, no tiene la ira y se volatiliza al son de cualquier thymos que le dé lo que quiere, que le permita brotar lo que desea, su razón sin razón, su temor sin motivo, su opresión interna.
A las doce algunas personas hacían ronda por la Unidad a la espera que «Los Vándalos» llegaran, pero la noche fue pasando y la suave brisa de la madrugaba terminó de aplacar el impulso irascible de todos esos espíritus incendiarios de la multitud, del sobrecogimiento de una masa anónima donde puedo hacer cualquier cosa y nadie me ve, en donde puedo perder lo que he ganado a través de los años con la conciencia y el sentido común que como diría Russell, es el menos común de los sentidos. La violencia no es el mecanismo ni el medio para justificar las causas, si el fin es la paz, el medio no puede ser la guerra, si el fin es defender la vida, el medio no es la muerte. Cada una de estas es una oportunidad para entender lo que somos y lo que podemos hacer como personas, como nación y también como especie, para un país y para un planeta donde se lincha por sospecha y se siguen matando brujas que no existen.
Johnny, la gente está muy loca, WTF!
Luis Felipe Vélez,
Cali noviembre 2019
- Michel Foucault, Una introducción a la vida no fascista, prólogo a la edición estadounidense de El AntiEdipo. Capitalismo y esquizofrenia, de Gilles Deleuze y Félix Gauttari