Texto curatorial de la exposición Visiones cruzadas realizada en el Centro Cultural Comfandi entre el 14 de agosto y el 10 de septiembre de 2018.
La presente muestra de las artistas Margarita Ariza y Liliana Vergara, reúne trabajos en los que se propone un dialogo atemporal que indaga sobre situaciones cotidianas y comunes abordando desde la plástica y la poética, problemas contemporáneos inherentes al ser humano a lo largo de una obra que reúne veinte años de reflexiones continuas. En este tiempo, aunque muchos de los actores han cambiado, las circunstancias permanecen, lo que sitúa estas indagaciones plásticas en una simultaneidad en la que las soledades del mundo contemporáneo, el servilismo tecnológico, los asesinatos selectivos están presentes antes como ahora.
Debido a la continuidad de las acciones humanas, la exposición retoma las permanentes dudas sobre lo político, las relaciones personales, la violencia social entre otras, a través del grabado y la pintura, dos técnicas que confluyen en los modos en que son empleados como representación de una realidad cada vez más difusa y que atraviesa por retos que no son superados sino acoplados. Estas cuestiones de las artistas dialogan en un vaivén en el que se va tejiendo una idea a partir de la materialidad del cuerpo, de los hilos conceptuales, de las redes de sentido.
En la idea de mirar atrás para entender el presente, estas obras son visiones alternas de los procesos que como individuos compartimos, ya bien sea por lo territorial, cultural o por participar en un espacio físico-emocional. Cada pieza es una invitación a mirar nuevamente lo que somos, a partir del contexto que compartimos.
Margarita Ariza
“Los recuerdos están siempre contenidos en nosotros, la memoria no necesitaba más que un aleteo para recordar”
Pernett
A partir de la pintura, Margarita Ariza ha establecido los puentes entre el concepto y lo concreto, dando espacio al juego de las miradas múltiples a partir de trazos profusos y escalonados que van constituyendo representaciones poéticas como en Luz y Sombra, donde la potencia del gesto se materializa en etéreas formas femeninas que se van diluyendo en el momento en que se plasman y en la profundidad determinada del óleo. Esta forma de existir en cuerpo de mujer en un entorno donde las lógicas son masculinas, es impulsada por un rastro anónimo generalizado de su obra expuesta, en el que los únicos rostros que se leen con claridad, son los de aquellos que probablemente ya descansan en paz.
Carácter que agrupa la serie Espejismos cuyo estilo como la mayor parte de su trabajo, contará con una paleta viva, pero cargada de tonos a veces sombríos y claros que resaltan la transición entre idea y forma. La creación de un cuerpo en la intimidad que se desmaterializa en las ilusiones, fundamenta el tránsito de lo poético puesto en si mismo como texto junto a las obras que dialogan en los versos contenidos de la escritora Ada Pernett, que recurrente como alter ego, materializa las calladas voces del silencio de sus pinturas, para dejar huella en lo real, más allá de formas hechas color. Esta afirmación de la existencia en el acto de pintar de la artista, es una resistencia a los diferentes lenguajes que desde perspectivas dominantes han demarcado el rumbo de las acciones humanas y que lentamente se sigue en una aparente inercia sin fin.
En Reclutables genéricos anónimos, la figura de la res, silenciosa, dirigida al matadero, recuerda los individuos conducidos por un régimen hacia la obligatoriedad de un servicio, o al engaño de los que serán los falsos positivos de mañana. Los rostros sin rostros de las vacas y el anonimato de las presentes generaciones sumidas en el inmediatismo tecnológico se representan en aquellos ojos que miran fijamente a través del blanco y el negro, cuestionando sin hablar sobre las actitudes que asumimos frente a lo ocurrió y seguirá pasando. La finitud de la vida, puesta como elemento presente en cada uno, adquiere rostro en la serie Una legión de ángeles clandestinos, cuyos instantes contenidos en las miradas y sonrisas que fueron presentes, son a su vez efímeros, ya idos. La mayor parte de ellos ha fallecido, otros aún se mantienen en la lucha.
Las características poéticas de la pintura de Margarita Ariza, le permiten indagar por las estructuras ocultas que sostienen lo social, político y afectivo para sacarlo a la luz, para que exista como manifestación artística en la plasticidad del óleo sobre lienzo. La reflexión en torno a lo humano que nos determina, se va transformando en cada una de sus obras mientras se develan preguntas en torno a uno mismo, de la mano de los procesos de la artista y la relevancia que toma en su trabajo las búsquedas históricas y personales. Las series que integran esta exposición son una manera de interpretar la existencia, desde una mirada que integra los cambios violentos de la materia, con la serenidad de los instantes en los que todo parece eterno.
Liliana Vergara
Desde mediados de los años noventa, la obra de Liliana Vergara aborda temas que se mezclan a través del grabado con la realidad y el contexto social. Aplicando el punzón sobre placas de marmolina, un sustituto del mármol usado profusamente por el narcotráfico, creó una serie de obras en las que establece aún hoy, diálogos con el público, a través de un juego de ajedrez de uno sesenta y ocho en el que sociedad civil, militares, deportistas, campesinos, indígenas o mercenarios, son las fichas puestas para sacrificarse o ser sacrificadas por el rey, que puede ser el estado o un oscuro señor de la droga.
Jaque mate a quién es una instalación en la que cada pieza tiene su valor y peso, y más que para jugar, se presta para pensar en el valor simbólico de las fichas. Esta acción reflexiva en torno al juego, permite considerar aspectos de la realidad nacional que atraviesan generaciones y se logran concretar en la contemporaneidad en cultivos ilícitos, desplazamientos forzados, asesinatos a lideres sociales y todas las barbaries que no se dicen, las mismas circunstancias, pero con cambio de actores. Así como en la obra Usted decide, en el que la instalación de placas de coralina forma la letra V, la cual se lee desde la Victoria o la Violencia como resultado y método en la guerra política, ideológica o social que se vuelve recurrente de manera global.
Sin embargo, en el vértice que une las dos líneas que se proyectan en la V, está recurrente la idea del renacer, de poder crear una y otra vez sin olvidar, trayendo la ruptura en el craquelado de la placa como una huella, como un registro para recordar. Se sana la historia, pero la cicatriz queda. Y esto se recalca en cada uno de los grabados de su obra, la memoria deja un rastro que es abordado, por ejemplo, desde la representación de diversos medios tecnológicos que se encargan de narrar una historia particular sin necesidad de mostrarla por escrito. La imagen se presta a la interpretación y así, estos rastros de las acciones humanas se logran abordar desde diferentes sentidos.
En fantasmagoria, el carácter simbólico de sus piezas está referido a una investigación que surge con la demolición de una casa con más de cien años, de la cual la artista adquiere el piso para trabajarlo, para tallar la historia que habla del contexto permeado por un mundo moderno contemporáneo en el que siempre hay alguien que huye y no llega a ningún destino y todo lentamente se va perdiendo. Así, en el recorrido trazado por la obra de Liliana Vergara a través de sus grabados, la búsqueda se ve representada como el tiempo transcurrido desde múltiples orillas que abarcan a su vez lo latinoamericano, lo autóctono y originario, identificando antes como ahora, problemáticas de reconocimiento en el que los significados van y el concepto se mantiene.
Luis Felipe Vélez
Cali, 2018