A mediados del siglo V ac, el imperio romano en la ley de las XII tablas buscó frenar el creciente número de muertes entre hombres libres (en ese entonces no había concepto de persona o ser humano) instaurando una figura del legis actio (la acción legal) para contraponer la justicia manu capere (por mano propia). Al no ser efectivo o inexistente un mecanismo judicial o policivo, la acción reemplaza la reflexión, sin mediadores, que cada quien se defienda como pueda. En la primera de la serie del vengador, se puede establecer la conexión con un personaje que honesto, amable, amoroso y responsable, como buen ciudadano espera que el sistema judicial le de una respuesta a sus problemas. Pasado un tiempo y con la hija presa de la demencia catatónica, Bronson, con su mirada característica de cowboy Eastwood que no revela emoción alguna, toma la decisión de hacer útil el arma que le han dado como regalo, contra el que salte hambriento hacia él.
Entonces ahí si aparece la barriga del estado encarnada en un detective con los parpados y cachetes colgando como los de un perro (pido excusas al can) a decir presente, presente, presente. Los medios enloquecen, el frenesí de las masas exprime la imaginación de los ciudadanos que angustiados, esperaban una solución, pronta y efectiva de la situación. La policia, bien gracias, que no hacía mucho, ahora hace algo, pero buscando al Vigilante. El símbolo, que crece de murmullo a grito, acapara la atención dando anónima satisfacción al ejecutor. Es la ley, la verdad, juez y condena, y eso, lo demuestra feliz en una cena. ¿Hígado crudo o cocido? Sigue trabajando, sigue respirando, diseña, construye y en medio de planos que se cortan de cualquier manera, un serrucho, dos vacas, un metro, un camión, el atardecer, adiós, las acciones siguen y siguen. Dice me voy para NY, en el siguiente corte de un segundo se está bajando de un taxi en el aeropuerto de Arizona, en el siguiente corte va en avión y en otro segundo está llegando a casa.
El tratamiento de estos detalles que parecen irrelevantes, dan un estilo a la película que centra la tensión en la conversión, en la metamorfosis de este sujeto, un arquitecto, un número más en la ciudad que halla en su alter ego, el gatillo efectivo contra su dolor. La hija, ensimismada en un sanatorio de monjas, pasa a un segundo plano, ni la muerte ni el sufrimiento lo detienen, en marcha con el trabajo, una distracción que ayude al pensamiento, rápida cura para el mal de espíritu. Lo espían, las flores que estaban vivas en el espejo del tocador de la esposa al llegar de Hawaii, están secas, el vigilante es perseguido, es acechado por la ley que siguiendo el cliché, cojea pero llega. Ya saben quien es, pero, ¿se puede encerrar? No, se tiene que dejar ir, un mártir traería más, si no está él que representa la lucha al miedo común, ¿entonces quién? entonces otro o entonces yo, que este es un país de armas y en cuanto puede, dispara sin dudar, en juegos de vídeo o en la vida real.
¿Y si todos actuáramos así? ¿A querido usted agarrar un palo o un tacón y darle en la cabeza a alguien que se ha pasado en sus comentarios o acciones? ¿A querido matar a alguien? La idea de la justicia por mano propia es tentadora pero el concepto de justicia tendría que ser diáfano y cristalino y por experiencia se sabe, que cada quien pareciera tener uno y nos escapamos de matar a los demás por educación. Aunque se puede ser elegante de traje y gabán, como Paul Kersey, que por su buena puntería es reconocido.
Luis Felipe Vélez
Cali 2012