Por: Juan José Vélez C.
La situación vivida por la autoproclamada Bienal de Arte Contemporáneo de Cali (2022) no es un hecho coyuntural, sino el resultado de una situación histórica nacional. En el caso de Cali, este abandono pasa desde la Bienal de Artes Gráficas (1971), los Festivales de Performance (1998-2012), hasta el 41 Salón Nacional de Artistas Urgente (2008), cuyos espíritus deambulan penitentes por los claustros y las instituciones culturales moribundas.
Contrario a la opinión vigente, la solución no pasa por hacerse dependiente del poder estatal, lo que decantaría en el ensanchamiento de una institución históricamente ineficiente y con ello la burocratización de las artes. Con esto no quiero desatender la situación actual en la cual se emplean recursos públicos en los planes de cultura, en cuyo caso es indispensable ejercer una rigurosa veeduría sobre su uso. En este sentido nuestra respuesta no debe ser singular, sino gestarse por distintos frentes, como son la autogestión, redes de trabajo, espacios independientes, laboratorios de creación, acciones cooperativas, las alianzas estratégicas, foros y otro tipo de colaboraciones que obedecen a esta urgencia siempre inmediata que es la cultura y a los que debemos purgar su volatilidad. Ahora, si la apuesta pasa por lo institucional, es preciso que los programas de formación en artes reflexionen sobre los diferentes roles que son necesarios para una solución efectiva a las problemáticas del ecosistema artístico; siendo fundamental que manifiesten un genuino interés y acciones enfocadas en la profesionalización de gestores, curadores, críticos, historiadores, periodistas culturales, montajistas, museógrafos, conservadores que, con la excusa de “se forman con la experiencia”, hemos ignorado. Con esto en mente, no se trata aquí de descuidar la práctica, todo lo contrario, es que la práctica se sostiene también en lo que cada una de estas profesiones nos ofrece. Pues los artistas plantan la semilla que estas profesiones cultivan.
Por otro lado, esta hostilidad hacia el sector privado no solo ha dificultado la conciencia del arte como un oficio del que se vive, es decir, como un trabajo; también ha imposibilitado establecer diálogos que lleven a flote proyectos culturales en otro tipo de escenarios ajenos a esta burbuja masturbatoria en la que artistas ejercemos de público frente a nuestros colegas. ¿Por dónde pasan los procesos de validación artística? ¿Por la academia, los medios de (des)información, las instituciones, la experiencia, la opinión pública? Tal y como lo veo transita por un juego dialéctico en constante actualización de todas ellas, pero, sobre todo, pasa por las personas de carne y hueso que lo hacemos posible.
A esta pregunta hay que sumarle ¿qué estrategias de formación de público estamos pensando e implementando en el campo artístico? Estrategias como la agenda cultural, la difusión multimedial, los diálogos interdisciplinares, los boletines culturales asoman delirantes su cabeza.
¿Y tú morirás con tu arte o vivirás por él?
Cali 2022