Por: David Martin
El coleccionismo es una afición que surge con el deseo de reunir un conjunto de objetos que mantienen una particularidad semejante entre sí, como puede ser la numismática o la filatelia. Este tipo de pasatiempo puede resultar costoso, llevando al seguidor más acérrimo a gastar altas cantidades de dinero para lograr adquirir algún ítem en especial. Pero se debe tener cuidado, porque comerciar y poseer una moneda o una estampilla falsa puede desvalorizar una colección, aunque puede ser peor. Entre 1994 y 2011, la prestigiosa galería de arte Knoedler ubicada en Nueva York, vendió obras falsificadas por un valor superior a los 80 millones de dólares. Estas pinturas eran hechas en un garaje por un artista chino que imitaba a la perfección el estilo de artistas como Mark Rothko o Jackson Pollock. Dicho escandalo causó el cierre de la galería luego de 165 años de funcionamiento.
Aunque a nadie le gusta ser estafado, hay coleccionistas que están conscientes de que lo que compran no es original. Esto ocurre en gran medida porque no hay otra forma de conseguir un objeto determinado, permitiendo que la piratería haga de las suyas en mercados que necesitan productos que, en varios casos, ni siquiera existen. Trataremos entonces de dar algunas ideas que nos acerquen a este aspecto de la fina industria de la falsificación.
La piratería
Si se habla de esta práctica ilícita, nos referimos a productos de dudosa procedencia y fabricación, más que a bandidos en barcos que se encargan de sabotear a otros, robando sus tesoros para enterrarlos en alguna isla desierta. La piratería es la producción de un artículo sin pagar los derechos de autor o patentes respectivas, lo que genera que el dinero ganado por su venta, no llega a los bolsillos del autor, inventor o propietario. Desde el inicio de la revolución industrial, muchos elementos se producen de forma masiva, dejando la mano de obra artesanal a un lado, optimizando los materiales y reduciendo los tiempos de elaboración; con las décadas, esto facilitó el surgimiento de fábricas que se ocultan en la clandestinidad, evadiendo la ley y aprovechándose de marcas bien posicionadas dentro del mercado para copiar sus productos y sacar un beneficio.
En pleno siglo XXI, la piratería ha evolucionado y no sólo en términos de técnicas de imitación, sino de aceptación, lo que convierte a la industria en una empresa no oficial que genera empleo y millones de dólares en ganancias; y que, a pesar de su ilegalidad, es el soporte de muchas economías locales. De acuerdo al consumidor de ella, se puede dividir en cuatro categorías: la primera es la de “gato por liebre”, que es adquirir un artículo como si fuera original. Los detalles de fabricación son tan similares al verdadero que se alcanza a pagar un precio igual o hasta más alto. En esta categoría se puede incluir desde ropa hasta obras de arte.
La segunda categoría es cuando el cliente sabe que el producto es pirata. Esto pasa generalmente con productos electrónicos y cuyas marcas se parecen a las auténticas, los materiales de fabricación son de baja calidad, por lo que se espera que su duración de funcionamiento sea menor; sin embargo, es una opción para aquellos que no desean o no puedan adquirir un producto a un costo elevado. La tercera es el uso inapropiado de un producto y que se distribuye por otro medio diferente al original (por ejemplo, pdf, mp3). Acá se puede hablar de música, películas, vídeos y libros, que, con el tiempo, se han formalizado estos formatos y se pueden adquirir en línea por un precio determinado. Finalmente, está la categoría que nos compete, los bootlegs, que son artículos no oficiales que pueden ser considerados piezas de colección.

Los bootlegs
En 1920, Estados Unidos declaró por medio de una enmienda constitucional la prohibición de producir y distribuir de cualquier bebida alcohólica, lo que provocó que la cerveza o el whiskey se fabricaran de manera casera o fueran ingresados al país de forma ilegal, y una de las tantas maneras de hacer circular el licor, era esconderlo en las botas. Así nació el término bootleg, que se refiere a un producto que es elaborado y comercializado, no es original, aunque cuenta con ciertas condiciones que lo hacen pasar como tal, como es el material, una marca que lo respalda y un acabado final sobresaliente.
Para aclarar este concepto, nos remitiremos a la industria musical y daremos el ejemplo de la agrupación de rock The Rolling Stones. Esta banda británica que cumplirá 60 años de formación en abril próximo, tiene en su historial treinta álbumes de estudio y probablemente sea la primera en ser pirateada. En 1970 apareció el álbum bootleg The Rolling Stones: Live’r Than You’ll Ever Be, grabación de un concierto realizado el 9 de noviembre de 1969 en Oakland, California. Existen dos teorías sobre su origen, la primera es que se transmitió por radio y alguien lo grabó para poder distribuirlo después; y la segunda, es que el director de un pequeño sello discográfico llamado Trademark of Quality, se escabulló dentro de la cabina de sonido y tomó el sonido directamente, guardándolo en cintas que luego verían la luz en formato de vinilo. Lo cierto, es que alcanzó a afectar las ventas del álbum oficial Get Yer Ya-Ya’s Out! The Rolling Stones in Concert aparecido en otoño de ese mismo año.
Los álbumes en vivo comenzaron a propagarse dentro del mercado ilegal, inclusive con copias caseras. Los equipos de sonido fueron las máquinas encargadas de pasar grabaciones de vinilo a casete o de casete a casete, perdiendo su calidad de sonido cada vez que se hacía una copia. Para no dejarse tomar ventaja, las discográficas empezaron a llevar una unidad móvil para grabar los conciertos y lograr un álbum digno de la banda, limpio de ruido, capturando el momento y trasladando la experiencia a los hogares de los fanáticos. Sin embargo, había trampa. En la mayoría de ocasiones, la grabación no quedaba perfecta, por lo que el productor, con el ingeniero de sonido, arreglaban en postproducción fallos técnicos o instrumentales, hasta tal punto, que algún miembro de la banda debía meterse en el estudio a grabar de nuevo o peor, la mayoría de sus integrantes. También comenzó una práctica inaudita: fingir los aplausos, arengas y gritos entusiastas del público y que estos, jocosamente, se repitieran en discos de artistas diferentes.
Así que muchos álbumes que dicen ser en vivo, no lo son. Los porcentajes de que sean verídicos varían, teniendo más credibilidad cuando se edita también un vídeo. En este caso, el espectador puede juzgar lo que escucha y lo que ve. En el caso de los bootlegs, no ocurre esto; por lo que es regular oír silbidos, voces, llantos y errores de ejecución de los artistas.

Gracias a la era digital, las agrupaciones pueden grabar sus conciertos más significativos, ofreciéndolos a un módico precio en su página web. También, muchos bootlegs pueden ser encontrados de forma gratuita en blogs o fan pages, imperando el compartir a generar una ganancia; y donde aclaran la calidad de las canciones, indicando si vale la pena o no descargarlos.
Hasta el momento, hemos identificado al bootleg desde su origen, enfocándonos en conciertos, pero no es la única forma de hacer uno. Veremos ahora unas formas más contemporáneas, ubicadas geográficamente y que pueden sorprender.
China
Es ampliamente conocido que este país alberga muchas fábricas que se encargan de producir artículos para grandes compañías a nivel mundial, tanto de manera legitima como ilegal; aunque en términos culturales, conserva su distancia y no permite que costumbres externas ingresen a su sociedad; por lo que muchos géneros musicales están prohibidos, pero eso no significa que no se comercien. Existe una distribución interna de bootlegs, que usualmente son CDs regrabables con carátulas de un papel de mala calidad, que remplazaron los vinilos monocromáticos, que, en otrora, era la forma más común de piratería. Este material puede no ser exacto, y hasta llega a incluir canciones adicionales de otros artistas, recopilatorios y errores de traducción.
Tailandia y Malasia
Ante la ausencia de las grandes compañías discográficas, pequeños sellos independientes se han dedicado a emitir versiones en casete para el mercado local. Parecía irrelevante usar este formato cuando a principios de este siglo prácticamente se desechó, pero los viajes por turismo a este país y las ventas online disparó la demanda de álbumes en este formato, ya que en occidente sólo fueron editados en disco compacto.

Polonia, Rumania y Checoslovaquia
Al igual que Tailandia, estos tres países que pertenecían a la Cortina de Hierro, vieron en el casete una forma de distribuir música. Muchos de los sellos publicaban material de agrupaciones musicales locales, pero, por otro lado, editaban sin autorización discografías enteras de bandas internacionales. Gracias a las leyes de derechos de autor que se establecieron en estas regiones a mediados de los años noventa, tuvieron que adquirir los permisos necesarios para seguir en el negocio.
Rusia
La industria de la piratería rusa es más sofisticada y se da el lujo de hacer copias fieles casi originales; tanto, que muchos no la denominan como bootlegs, sino como publicaciones no autorizadas. El encanto radica que sus lanzamientos incluyen álbumes en sus primeras ediciones y descatalogados.
Cuando las compañías discográficas reeditan discos de décadas anteriores, usualmente lo hacen en formatos múltiples, en cajas especiales con ítems, canciones adicionales o bonus tracks, y pueden incluir memorabilia o curiosidades adicionales, indicando muchas veces que son de edición limitada, además de pasar por un proceso de remasterización y remezclado. Por consiguiente, una primera edición es preferida por un coleccionista ya que son difíciles de encontrar hoy en día.
Por otro lado, hallar un álbum descatalogado, es decir, uno que no será editado nunca más, resultaba casi imposible, si no fuera por estas ediciones rusas. Las razones de que un disco no vuelva a salir se pueden deber a la propiedad de los derechos de autor que están en disputa, o el dueño de dichos derechos no quiere liberarse de ellos o alguna clausula legal impide que se reedite. Pero dentro de la ilegalidad, esto es posible y permite que música que se creía limitada, llegue nuevamente a nosotros.

Colombia y otros países de Latinoamérica
Dejando de lado los CDs, DVDs y Blue Rays “quemados”, los casetes regrabados, vinilos ilegalmente prensados, reediciones sin la autorización de las agrupaciones musicales, recopilaciones en memorias USB y otras tantas más; existen bootlegs, aunque no son tan comunes, hay material de esta naturaleza circulando y con una calidad respetable. Ya depende del coleccionista si lo adquiere y a qué precio.
A modo de conclusión
Este sólo ha sido un vistazo a un mundo subterráneo, desconocido en otros aspectos y que su presencia parece perturbar la economía, beneficiar a algunos o simplemente es una manera altruista de darle a alguien algo que no puede obtener. Así como en la música, tenemos libros prohibidos en nuestras bibliotecas y películas sin censura, y si no fuera, en parte por la piratería, no los estaríamos disfrutando.
Bogotá 2022.
Referencias
https://elpais.com/diario/2011/12/26/cultura/1324854001_850215.html
https://www.vulture.com/2016/11/25-historically-significant-bootleg-recordings.html
tonedeaf.thebrag.com/truth-behind-live-albums/
faroutmagazine.co.uk/the-10-best-bootleg-albums-prince-bob-dylan