Por Alma Brutau
Recuerdo haber ido a misa y escuchar una canción que decía:
♪ Si tuvieras fe como un granito de mostaza
Eso dice el señor
Tú le dirías a la montaña muévete, muévete, muévete
Y la montaña se moverá ♪
Clap clap clap
Consideraba descabellado decirle a la montaña que se moviera y que, efectivamente ésta, sin consciencia, obedeciera. Hasta que Francis Alÿs llevó esta imagen a la práctica en su obra “Cuando la fe mueve montañas” y al verla, entendí que se trataba de una metáfora.
Este artista nos mostró en 2002, cómo la fe mueve montañas, en una acción que tuvo lugar en la tercera bienal de Lima (Perú). Gracias al sudor de 500 frentes voluntarias, consiguió que una duma de 500 metros de largo se moviera una pequeña distancia, dejando el registro en vídeo; formato elegido regularmente por el artista para documentar sus performances y mostrar el contexto.
Cuando entrevistan a uno de los voluntarios, manifiesta que los primeros días de logística, al visitar la zona, sintió que era una misión imposible, pero que el día de la acción, al estar todos juntos, “la duma se hizo más pequeña”.
Al ser una obra de carácter relacional, es importante conocer los puntos de vista de sus participantes, por lo cual es enriquecedor que el documental tenga en cuenta esta perspectiva al incluir sus experiencias.
Pero, ¿para qué mover una montaña?
Tal vez, para demostrar que todo es posible si nos ponemos de acuerdo, si nos unimos bajo un mismo pretexto. Pues se logró materializar el poder del pueblo, mover una montaña es transformar el entorno.
La sociedad es plástica y se moldea con cada acción de sus integrantes y aunque a veces pareciera que una sola persona no puede cambiar nada, Alÿs visibiliza con esta obra, el impacto del accionar colectivo y ordenado, evidenciando de lo que somos capaces si trabajamos juntos.
Lo que movió la duma no fue un milagro divino, fue la gente, palazo a palazo; no hubo magia, sino la fuerza de la unión de las personas. En conjunto funcionamos como una unidad, porque no somos partículas aisladas, somos parte de un todo, somos energía.
La cotidianidad es nuestra obra plástica más importante y estamos tejiéndola con cada decisión tomada, escribiendo el futuro.
El mundo es consecuencia de las revoluciones culturales, tecnológicas, sociales, políticas, etc., que hoy nos tienen aquí. El cambio es sinónimo de supervivencia y el sistema no puede resistirse por mucho tiempo a éste.
Tenemos el poder, como seres conscientes, de moldear/modelar nuestra propia vida, si así nos lo proponemos.
Cali, 2021