Por: Alma Brutau
A partir del descubrimiento de una propuesta estatal que nunca se llevó a cabo, se ha desencadenado una investigación con múltiples resultados artísticos.
Henry Salazar nos presenta esta vez Blue Prints, en la Fundación Espacio Interferencia. Consiste en una continuación de su proyecto Le Corbusier no estuvo aquí, un trabajo en el que predomina lo escultórico, pues son apropiaciones plásticas de una idea arquitectónica que nunca se ejecutó en Tumaco, ciudad de la que es oriundo el artista. Construye sillas, palafitos y estructuras para reconstruir una paradoja que se repite en la historia de Colombia, una historia de obras que, aunque licitadas, aparecen inconclusas; aún hoy nos camuflan robos anticipados con falsas promesas de progreso y desarrollo.
Si bien, Blue Prints son una serie de fotografías, la arquitectura se manifiesta desde lo que se representa, pues en brochazos de azul cian, se vislumbra en negativo, las líneas que soportan una casa; ese contraste de azul y blanco construye levemente, un dibujo arquitectónico, logrado precisamente con la técnica de impresión llamada cianotipo. El montaje refuerza esta intensión, al incluir un soporte como el papel, que no cuenta con mucho volumen, espacialmente en diálogo con la pared, es decir, logró ser un cuerpo que ocupaba un espacio que abarcaba más allá de la superficie, optimizando el aire y la dimensión de las piezas para lograr que se acoplaran íntegramente con el lugar de la exposición.
La imagen está entre fragmentada y acoplada, cada obra es un díptico de impresiones, abrazado cada uno por dos vidrios (uno delante y otro atrás, sujetos por ganchos pequeños) que rememoran la práctica de la técnica mencionada; colocado encima de una amplia pero delgada tabla de madera color pino, perpendicular a la pared, que hace sombra generando esa sensación de flote en la repisa. La acción de complementar mentalmente ambas imágenes como una misma, involucra, en mi percepción, al espectador, ya que ese proceso requiere de una interpretación casi inconsciente, que atrapa la atención para detenerse a jugar con los vacíos.
Por último, la fluidez de la espontaneidad en esos trazos de brocha, que aparentan sencillez, se aprecia gracias a la limpieza y pulcritud manejada tanto en la producción como en el montaje de las obras, un sello característico de Henry Salazar -y de Interferencia-, quien alude a la precariedad por medio del material, dignificándolo como un concepto de lo efímero que remonta a lo rústico y precario, y esto nos remite al contexto en el que se rodea la periferia, en este caso particular, en el Pacífico colombiano. Sólo con el arte podría ser bella tal miseria que acarrea las malas decisiones.
Cali, 2019.